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DISCURSO DE MICHAEL PARA DAR A CONCER LA FUNDACION HEAL THE KIDS

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Mensaje  JOSE M JACKSON Dom Feb 05, 2012 10:31 am

Oxford, 6 de marzo del 2001
Discurso para dar a conocer la fundación Heal the Kids
“Gracias, gracias queridos amigos, desde el fondo de mi
corazón, por esta bienvenida tan amable y entusiasta, y gracias a
usted, señor presidente, por su amable invitación, la cual es un honor
para mí aceptar.
También quiero agradecerte a ti en especial, Shmuley, que serviste como Rabino aquí en Oxford durante 11 años.
Tú y yo hemos estado trabajando muy duro para formar Heal The
Kids (Sanar a los Niños), así como escribiendo nuestro libro sobre
cualidades infantiles, y en todos nuestros esfuerzos has sido un amigo
muy amable y me has apoyado mucho.
También quisiera agradecer a Toba Friedman, Directora de
Operaciones de Heal The Kids, quien regresa esta noche a su alma mater
donde fue rectora, así como a Marilyn Piels, otro miembro central del
equipo de Heal The Kids.
Me siento humilde al dar esta conferencia en un lugar donde
han estado figuras ilustres como la Madre Teresa, Albert Einstein,
Ronald Reagan, Robert Kennedy, y Malcolm X.
Incluso he oído que la Rana René estuvo una vez aquí, y
siempre me he identificado con el mensaje de René de que no es fácil
ser verde.
Estoy seguro de que estar aquí arriba no le fue más fácil a él que a mí.
Hoy al pasear en Oxford, no pude evitar sino reconocer la
majestuosidad y grandeza de esta institución, sin mencionar la
brillantez de las mentes geniales y talentosas que han rondado estas
calles durante siglos.
Las paredes de Oxford no sólo han alojado a los más grandes
genios filosóficos y científicos también han escoltado a algunos de los
más queridos creadores de literatura infantil, desde JRR Tolkien hasta
CS Lewis.
Hoy se me permitió entrar al vestíbulo-comedor de la Iglesia
de Cristo para ver a Alicia en el País de las Maravillas de Lewis
Carrolls inmortalizada en los vitrales.
E incluso uno de mis compatriotas estadounidenses, el querido
Dr. Seuss honró estos pasillos y dejó su huella en la imaginación de
miles de niños alrededor del mundo.
Supongo que debería comenzar por enumerar mis capacidades para hablar ante ustedes esta tarde.
Amigos, no presumo de tener la pericia académica de otros
oradores que han hablado en este recinto, así como ellos podrían
presumir muy poco de su habilidad para hacer el moonwalk y como
sabrán, a Einstein en particular le salía terriblemente mal.
Pero sí puedo decirles que tengo la experiencia de haber
estado en más lugares y haber visto más culturas de las que la mayoría
de la gente verá jamás.
El conocimiento humano no consiste solamente de bibliotecas
de pergaminos y tinta — también lo comprenden volúmenes de conocimiento
que están escritos en el corazón humano, esculpidos en el alma humana,
y grabados en la psique humana.
Y amigos, he encontrado tanto en esta relativamente corta vida mía que aún no puedo creer que sólo tengo 42 años.
Seguido le digo a Shmuley que en años del alma seguramente
tengo al menos 80 — y esta noche, incluso camino como si tuviera 80.
Así que por favor atiendan a mi mensaje, porque lo que tengo
que decirles hoy puede sanar a la humanidad y sanar nuestro planeta.
Gracias a Dios, he sido afortunado de haber logrado muchas de
mis aspiraciones artísticas y profesionales a una época temprana de mi
vida.
Pero estos, amigos, son logros, y los logros por sí solos no son sinónimo de quién soy.
Ciertamente, el niño alegre de 5 años que cantaba Rockin
Robin y Ben a las multitudes no era indicativo del niño detrás de la
sonrisa.
Hoy, vengo ante ustedes menos como un icono del pop, lo que
sea que eso signifique, de todos modos, y más como un icono de una
generación, una generación que ya no sabe lo que significa ser niños.
Todos nosotros somos producto de nuestra niñez.
Pero yo soy el producto de la falta de una niñez, de la
ausencia de esa edad tan preciosa y maravillosa cuando retozamos
juguetonamente sin un pesar en el mundo, gozando de la adoración de
nuestros padres y parientes, donde nuestra preocupación más grande es
estudiar para ese examen que tendremos el Lunes por la mañana.
Aquellos de ustedes quienes estén familiarizados con el grupo
Jackson Five saben que comencé mi carrera a la tierna edad de 5 años y
que desde entonces, no he parado de bailar o cantar.
Pero, aunque bailar y hacer música siguen siendo
indudablemente dos de mis mayores alegrías, cuando era joven lo que más
quería en el mundo era ser un niñito como cualquier otro.
Quería construir casas en árboles, tener peleas de globos con agua, y jugar a las escondidas con mis amigos.
Pero el destino lo quiso de otro modo y todo lo que pude
hacer fue envidiar la risa y los juegos que parecían estar por todos
lados a mí alrededor.
No había descanso de mi vida profesional.
Pero los domingos yo salía a hacer proselitismo, así se llama al trabajo misionario que hacen los Testigos de Jehová.
Y era entonces que yo podía ver la magia de la niñez de otras personas.
Como ya era una celebridad, me tenía que poner un disfraz que
consistía de un traje obeso, peluca, barba y lentes y pasábamos el día
en los suburbios de California del Sur, yendo de puerta en puerta o
haciendo rondas en centros comerciales, distribuyendo la Atalaya.
Me encantaba entrar a esas casas normales suburbanas y ver en
alfombras lanudas y sillones La-Z-Boy a niños jugando Monopolio y a
las abuelas cuidando a los nietos y todas esas escenas ordinarias y
maravillosas de la vida diaria.
Muchos argumentarían que esto no parece ser la gran cosa. Pero para mí era cautivador.
Solía pensar que era único en sentir que me faltaba una
niñez. Creía que de hecho, sólo había un puñado de personas con quienes
podía compartir esos sentimientos.
Cuando conocí recientemente a Shirley Temple Black, la gran
estrella infantil de los años 30s y 40s, al principio no dijimos nada.
Simplemente lloramos juntos, pues ella compartía un dolor
conmigo que sólo conocían personas como mis amigos cercanos Elizabeth
Taylor y McCaulay Culkin.
No les digo esto para ganarme su simpatía, sino para
señalarles mi primer punto importante a tratar — no sólo estrellas
infantiles de Hollywood han sufrido de una niñez inexistente.
Hoy en día, es una calamidad universal, una catástrofe
global. La niñez se ha convertido en un gran accidente dentro del
estilo de vida moderno.
Por todos lados estamos creando estadísticas de niños que no
han tenido la alegría, a quienes no se les ha concedido el derecho, a
quienes no se les ha permitido la libertad, de saber lo que se siente
ser niños.
Hoy los niños son constantemente alentados a crecer más
rápido, como si este período llamado niñez fuera una carga que debe ser
soportada y llevada a su fin tan velozmente como sea posible.
Y a ese respecto, ciertamente soy uno de los más grandes expertos del mundo.
La nuestra es una generación que ha sido testigo de la revocación del convenio padre-hijo.
Los psicólogos están publicando bibliotecas de libros
detallando los efectos destructivos de negar a nuestros hijos el amor
incondicional que es tan necesario para el saludable desarrollo de sus
mentes y carácter.
Y a causa de la negligencia, demasiados de nuestros niños deben, esencialmente, criarse solos.
Cada vez se alejan más de sus padres, abuelos y otros
miembros de la familia, a la vez que el lazo indestructible que una vez
mantuvo unidas a las generaciones, se desenrolla a nuestro alrededor.
Esta violación ha gestado una nueva generación, llamémosla Generación E, que ha recogido la antorcha de la Generación X.
La E [en inglés O, por "outside"] es por una generación que
tiene todo en el exterior — riqueza, éxito, ropa y autos de moda, pero
un doliente vacío en el interior.
Esa cavidad en nuestro pecho, esa esterilidad en nuestro
núcleo, ese vacío en nuestro centro es el lugar que el amor una vez
ocupó y donde una vez latió el corazón.
Y no sólo son los hijos los que sufren, sino también los padres.
Pues cuanto más cultivamos pequeños adultos en cuerpos de
niños, tanto más nos alejamos de nuestras propias cualidades
infantiles, y hay mucho en el ser niño que vale la pena retener en la
vida adulta.
El amor, damas y caballeros, es el legado más preciado de la familia humana, es la herencia más valiosa, es patrimonio dorado.
Y es un tesoro que se pasa de una generación a otra.
En eras pasadas tal vez no había la abundancia de que
disfrutamos hoy. Sus casas podrán no haber tenido electricidad, y
apretujaban a sus muchos hijos en hogares pequeños sin calefacción.
Pero en esos hogares no había oscuridad, ni pasaban frío.
Refulgían con el resplandor del amor y eran acogedores gracias al calor
mismo del corazón humano.
Los padres, sin la distracción de la codicia por el lujo y el estatus social, otorgaban a sus niños primacía en sus vidas.
Como todos ustedes saben, nuestros dos países [Estados Unidos
e Inglaterra] se separaron uno del otro por lo que Thomas Jefferson
llamó ciertos derechos inalienables.
Y aunque estadounidenses y británicos tal vez disputemos la
justicia de sus declaraciones, lo que nunca ha estado en disputa es que
los niños tienen ciertos derechos inalienables, y el resultado de la
erosión gradual de esos derechos ha sido cantidades de niños de todo el
mundo a quienes les son negadas las alegrías y la seguridad de la
niñez.
De tal manera que quisiera proponer esta noche que se
instituya en cada hogar una Declaración Universal de Derechos de los
Niños, cuyos principios son:
* El derecho a ser amado, sin tener que ganártelo
* El derecho a ser protegido, sin tener que merecerlo
* El derecho a sentirte valioso, incluso si llegaste al mundo sin nada
* El derecho a ser escuchado, sin tener que ser interesante
* El derecho a que se te narre un cuento para dormir, sin tener que competir con las noticias nocturnas o las telenovelas.
* El derecho a una educación, sin tener que esquivar balas en las escuelas
* El derecho de ser considerado adorable, incluso si tienes una cara que sólo una madre podría amar.
Amigos, la base de todo el saber humano, el comienzo de la
conciencia humana, debe ser que todos y cada uno de nosotros sea objeto
de amor.
Antes de saber si eres pelirrojo o castaño, antes de saber si
eres negro o blanco, antes de saber de qué religión formas parte,
debes saber que eres amado.
Hace como 12 años, cuando estaba a punto de comenzar mi gira
Bad, un niñito fue con sus padres a visitarme a mi casa en California.
Se estaba muriendo de cáncer y me dijo cuánto le gustaba mi música y cuánto me quería a mí.
Sus padres me dijeron que estaba desahuciado, que podía morir
cualquier día, y le dije: Mira, voy a ir a tu ciudad en Kansas para
comenzar mi gira en tres meses.
Quiero que vengas al concierto. Te voy a dar esta chaqueta que usé en uno de mis videos.
Sus ojos brillaron y dijo: ¿Me la vas a dar? Yo dije sí, pero debes prometerme que la usarás en el concierto.
Estaba tratando de hacerlo resistir. Dije: cuando vengas al
concierto quiero verte con la chaqueta y este guante y le di uno de mis
guantes de brillantes — y no suelo regalar los guantes de brillantes.
Y él se sentía como en el cielo. Pero tal vez estaba
demasiado cerca del cielo, porque cuando fui a su ciudad, ya había
muerto, y lo habían enterrado con el guante y la chamarra.
Sólo tenía 10 años.
Dios sabe, yo sé, que intentó resistir lo mejor que pudo.
Pero al menos cuando murió, sabía que era amado, no sólo por sus
padres, sino incluso por mí, un desconocido prácticamente, yo también
lo amé.
Y con todo ese amor, él sabe que no vino a este mundo solo, y ciertamente no se fue solo.
Si llegas a este mundo sabiendo que eres amado y dejas el
mundo sabiendo lo mismo, entonces cualquier cosa que pase en el
intervalo entre ambos puede enfrentarse.
Un profesor podrá degradarte, pero no te sentirás degradado,
un jose podrá aplastarte, pero no serás destrozado, un gladiador podrá
derrotarte, pero aún así triunfarás.
¿Cómo podría cualquiera de ellos prevalecer en derribarte,
cuando sabes que eres digno de amor? El resto es material de empaque.
Pero si no tienes el recuerdo de ser amado, estás condenado a buscar por todo el mundo algo que te llene.
Pero no importa cuánto dinero ganes o cuán famoso te vuelvas, aún así te sentirás vacío.
Lo que en realidad estás buscando es amor incondicional, aceptación
incondicional. Y eso es precisamente lo que te fue negado al nacer.
Amigos, permítanme darles una idea más clara de la situación.
Este es un día típico en Estados Unidos — seis jóvenes menores de 20
años cometerán suicidio, 12 niños menores de 20 años morirán por armas
de fuego — recuerden, este es un día, no un año.
Trescientos noventa y nueve niños serán arrestados por consumo de drogas, 1.352 bebés nacerán de madres adolescentes.
Esto está sucediendo en uno de los países más ricos, y más desarrollados del mundo.
Sí, en mi país hay una epidemia de violencia que no se
compara con la de ninguna otra nación industrializada. Estas son las
formas en que la gente joven en Estados Unidos expresa su dolor y su
ira.
Pero no crean que no hay la misma angustia y el mismo dolor entre sus semejantes en el Reino Unido.
Estudios en este país muestran que cada hora, tres
adolescentes en Reino Unido se hieren a sí mismos, a menudo cortando o
quemando sus cuerpos o tomando una sobredosis.
Así es como han decidido enfrentar el dolor del rechazo y la agonía emocional.
En Gran Bretaña, el 20% de las familias sólo se sientan juntos a comer una vez al año. ¡Una vez al año!
¿Y qué hay de la honorable tradición de leerle a tu hijo un cuento antes de dormir?
Estudios de los 80s muestran que a los niños a quienes se les
lee tenían mucho mejor habilidad para leer y escribir y tenían mejor
aprovechamiento que sus compañeros en la escuela.
Sin embargo, a menos del 33% de los niños Ingleses de entre 2 y 8 años se les lee un cuento.
Puede que esto no les impresione demasiado hasta que sepan
que al 75% de los padres de esos niños sí les leyeron cuentos a esa
edad.
Está claro que no necesitamos preguntarnos de dónde viene
todo este dolor, ira y comportamiento violento. Es evidente que los
niños están vociferando contra la negligencia, estremeciéndose ante la
indiferencia y gritando sólo para llamar la atención.
Las varias agencias de protección al menor en Estados Unidos
dicen que millones de niños son víctimas de maltrato en la forma de
negligencia, en un año promedio.
Sí, negligencia, en casas de ricos, hogares privilegiados,
donde tienen todos los aparatos electrónicos que hay. Hogares donde
padres llegan a casa, pero no están realmente en casa, porque sus
mentes siguen en la oficina.
¿Y sus hijos? Bueno, los niños se las arreglan lo mejor que
pueden con las moronas emocionales que les tocan. Y no se obtiene mucho
de interminables juegos de computadora y video y programas de
televisión.
Estos números fríos y duros, que estremecen mi espíritu y
tuercen mi alma, deberían explicar por qué he dedicado tanto de mi
tiempo y recursos a convertir la nueva iniciativa Heal The Kids en un
éxito colosal.
Nuestra meta es simple — recrear el lazo padre/hijo, renovar
su promesa e iluminar el camino para todos los hermosos niños que están
destinados a caminar en esta Tierra un día.
Pero ya que esta es mi primera conferencia, y ustedes me han
acogido tan cálidamente en sus corazones, siento que quiero decirles
más cosas. Todos tenemos nuestra propia historia, y en ese sentido las
estadísticas se pueden volver personales.
Dicen que ser padre es como bailar. Das un paso, y tu niño da
otro. He descubierto que lograr que los padres se dediquen de nuevo a
sus hijos es sólo la mitad de la historia.
La otra mitad es preparar a los niños para re-aceptar a sus padres.
Cuando era muy joven recuerdo que teníamos una perrita que era cruza de lobo y retriever, se llamaba Black Girl.
No sólo no era muy buen perro guardián que digamos, era una
cosita tan asustadiza y nerviosa que es un milagro que no se desmayara
del susto cada vez que pasaba un camión haciendo ruido, o cuando había
una tormenta con truenos en Indiana.
Mi hermana Janet y yo le dimos a esa perra mucho amor, pero
nunca llegó realmente a recuperar ese sentimiento de confianza que le
había robado su dueño anterior.
Sabíamos que solía golpearla. No sabíamos con qué. Pero sea
lo que fuere, fue suficiente para sacarle el espíritu a ese animal.
Muchos niños hoy son cachorritos heridos que se han despojado de la necesidad de amor.
Sus padres no podrían importarles menos. Dejados a su suerte, abrigan su independencia.
Lo han superado y han dejado atrás a sus padres.
Luego están los peores casos de niños que albergan
resentimiento y odio contra sus padres, de tal modo que cualquier
apertura que sus padres pudieran tener para con ellos, es enérgicamente
rechazada en sus caras.
Esta noche, no quiero que ninguno de nosotros cometa este error.
Es por eso que les pido a todos los niños del mundo —
comenzando por nosotros mismos aquí esta noche — que perdonemos a
nuestros padres, si nos sentimos rechazados.
Perdónenlos y enséñenles cómo amar de nuevo.
Probablemente no les sorprenderá escuchar que no tuve una niñez idílica.
El estrés y la tensión que existe en mi relación con mi padre está bien documentada.
Mi padre es un hombre severo y nos presionó mucho a mis
hermanos y mí, desde muy pequeños, para que fuéramos los mejores
artistas que pudiéramos ser.
Le costaba mucho trabajo mostrarme afecto. En realidad nunca me dijo que me amaba.
Y en realidad tampoco me felicitó nunca. Si yo daba un gran
espectáculo, me decía que había sido un buen espectáculo. Y si daba
simplemente un buen espectáculo, no me decía nada.
Parecía, más que nada, que lo que quería era convertirnos en un éxito comercial. Y en eso, era más que un experto.
Mi padre era un genio como nuestro manager, y mis hermanos y
yo debemos nuestro éxito profesional, en gran parte, al modo enérgico
en que nos presionó.
Me entrenó para ser un hombre del espectáculo, y bajo su tutela yo no podía perder el paso.
Pero lo que yo quería realmente, era un papá. Quería un padre que me demostrara amor. Y mi padre nunca hizo eso.
Nunca dijo te quiero, mirándome a los ojos, nunca jugó a nada
conmigo. Nunca me paseó montado en su espalda, nunca me lanzó una
almohada, o un globo con agua.
Pero recuerdo una vez cuando tenía cuatro años, había una feria y me cargó para subirme a un poni.
Fue un gesto diminuto, probablemente algo que olvidó cinco minutos después.
Pero por ese momento, le guardo un lugar especial en mi corazón.
Porque así son los niños, los detalles significan mucho para ellos, y para mí, ese momento significó todo.
Sólo lo viví esa vez, pero me hizo sentir muy bien, con respecto a él y al mundo.
Pero ahora yo mismo soy padre, y un día estaba pensando en
mis propios hijos, Prince y Paris y lo que me gustaría que pensaran de
mí cuando crezcan.
Sin duda, me gustaría que recordaran cómo siempre quise
llevarlos conmigo a donde quiera que fuese, el cómo siempre traté de
ponerlos antes que todo.
Pero también hay retos en sus vidas. Porque mis hijos son
acosados por paparazzis, no siempre pueden ir conmigo al parque o al
cine.
¿Y qué tal que, cuando crezcan, guardan resentimiento contra mí y el cómo mis decisiones impactaron sus vidas?
¿Por qué no tuvimos una niñez ordinaria como todos los otros niños? Podrían preguntar.
Y en ese momento, rezo para que mis niños me concedan el
beneficio de la duda. Y en que se dirán a sí mismos: Nuestro papi hizo
lo mejor que pudo, dadas las difíciles circunstancias que enfrentó.
Puede que no haya sido perfecto, pero fue un hombre decente y afectuoso, que trató de darnos todo el amor del mundo.
Espero que siempre se concentraran en las cosas positivas, en
los sacrificios que gustosamente hice por ellos, y no criticaran las
cosas a las que tuvieron que renunciar, o los errores que he cometido, y
que ciertamente seguiré cometiendo al criarlos.
Pues todos hemos sido los hijos de alguien, y sabemos que a
pesar de los mejores planes y esfuerzos, los errores se dan. Eso es
simplemente ser humano.
Y cuando pienso en esto, en cómo espero que mis hijos no me
juzguen fríamente, y que perdonen mis deficiencias, me veo obligado a
pensar en mi propio padre y a pesar de la negación que sentía, me veo
forzado a admitir que sí debe haberme amado.
Sí me quiso, y yo lo sé. Había pequeños detalles que lo demostraban.
Cuando era niño, me encantaban los dulces — a todos nos
gustaban. Mi comida favorita eran las donas glaseadas y mi padre lo
sabía.
Así que, de vez en cuando bajaba en la mañana y encontraba
una bolsa de donas glaseadas en la mesa de la cocina — sin explicación,
sin una nota — sólo las donas. Era como Santa Claus.
A veces pensaba en desvelarme para verlo dejarlas ahí, pero
igual que con Santa Claus, no quería arruinar la magia por miedo a que
no lo hiciera de nuevo.
Mi padre tenía que dejarlas en secreto por la noche, para que nadie lo sorprendiera con la guardia baja.
Le daba miedo la emoción humana, no la entendía ni sabía cómo manejarla. Pero sí conocía las donas.
Y cuando abro las compuertas de mi memoria, otros recuerdos
regresan, recuerdos de otros gestos diminutos, que aunque imperfectos,
mostraban que él hizo lo que pudo.
Así que esta noche, en vez de concentrarme en lo que mi padre
no hizo, quiero concentrarme en las cosas que sí hizo y en sus propios
retos personales.
Quiero dejar de juzgarlo.
He comenzado a reflexionar acerca del hecho de que mi padre creció en el Sur, en una familia muy pobre.
Alcanzó la mayoría de edad durante la depresión y su propio
padre, quien sufría para alimentar a sus hijos, le dio muy poco afecto a
su familia y los crió a él y a sus hermanos con puño de hierro.
Quién podría imaginarse qué significa ser un hombre negro y
pobre creciendo en el Sur, su dignidad robada, despojado de esperanza,
luchando para convertirse en hombre en un mundo que veía a mi padre
como un subordinado.
Yo fui el primer artista negro que apareció en MTV y recuerdo
que incluso entonces fue todo un alboroto. ¡Y eso fue en los 80s!
Mi padre se mudó a Indiana y tuvo una familia grande,
trabajaba largas horas en acerías, oficio que destroza los pulmones y
envilece el espíritu, todo para sostener a su familia.
¿Es de sorprenderse que le resultara difícil expresar sus sentimientos?
¿Es un misterio el que haya endurecido su corazón; que haya levantado las murallas emocionales?
Y más que nada, ¿es una incógnita el por qué presionó tanto a
sus hijos para que tuvieran éxito como artistas, para que pudieran
salvarse de una vida de pobreza y humillación como la suya?
He comenzado a darme cuenta de que incluso la severidad de mi
padre era un tipo de amor, sin duda un amor imperfecto, pero amor a
fin de cuentas.
Me obligó a esforzarme porque me quería. Porque no quería que nadie menospreciara a sus hijos.
Y ahora con el tiempo, siento una bendición en lugar de amargura. La absolución ha reemplazado a la ira.
Y la reconciliación ha tomado el lugar de la venganza. Y mi furia inicial ha dado pie al perdón.
Hace casi una década, fundé la Organización Heal The World (Sanar al Mundo). El título fue algo que me nació de dentro.
Poco sabía yo, como Shmuley me hizo ver luego, que esas dos
palabras son la piedra angular de la profecía del Viejo Testamento.
¿Realmente creo que podemos sanar este mundo, que está lleno de guerras y genocidio, incluso hoy?
Y ¿realmente creo que podemos sanar a nuestros niños, los
mismos niños que entran a las escuelas con armas y odio y le disparan a
sus compañeros, como sucedió en Columbine?
¿O a niños capaces de golpear a un bebé inocente hasta la muerte, como la trágica historia de Jamie Bulger?
Por supuesto que lo creo, o no estaría aquí esta noche.
Pero todo comienza con el perdón, porque para sanar al mundo, primero debemos sanarnos a nosotros mismos.
Y para sanar a los niños, primero tenemos que sanar al niño que llevamos dentro, todos y cada uno de nosotros.
Como adulto, y como padre, me doy cuenta de que no puedo ser
un ser humano completo, ni un padre capaz de dar amor incondicional,
hasta no lidiar con los fantasmas de mi propia niñez.
Y eso es lo que nos pido que hagamos esta noche. Sigamos el quinto de los Diez Mandamientos.
Honren a sus padres no juzgándolos. Concédanles el beneficio de la duda.
Es por eso que quiero perdonar a mi padre y dejar de
juzgarlo. Quiero perdonar a mi padre porque quiero un padre, y éste es
el único que tengo.
Quiero quitarme el peso del pasado de mis hombros y quiero
tener la libertad de comenzar una nueva relación con mi padre, por el
resto de mi vida, sin los obstáculos de monstruos del pasado.
En un mundo lleno de odio, aún debemos atrevernos a sembrar. En un mundo lleno de ira, debemos atrevernos a consolar.
En un mundo lleno de desesperación, debemos atrevernos a
soñar. Y en un mundo lleno de desconfianza, debemos atrevernos a creer.

A todos ustedes quienes esta noche se sienten defraudados por sus padres, les pido que abandonen su decepción.
A todos ustedes quienes esta noche sienten que fueron
engañados por sus padres o madres, les pido que no se engañen más a sí
mismos.
Y a todos ustedes que desean alejar a sus padres, les pido que en lugar de eso, les tiendan la mano.
Les estoy pidiendo, y me pido a mí mismo, que demos a
nuestros padres el regalo del amor incondicional, para que así ellos
también puedan aprender a amar, de nosotros, sus niños. Para que el
amor se restituya finalmente a un mundo desolado y solo.
Shmuley me mencionó una vez una antigua profecía Bíblica que
dice que un nuevo mundo y una nueva era vendrán, cuando los corazones
de los padres sean restaurados a través los corazones de sus hijos.
Amigos míos, nosotros somos ese mundo, nosotros somos esos niños.
Mahatma Gandhi dijo: El débil nunca puede perdonar. Perdonar es el atributo de los fuertes.
Esta noche, sean fuertes. Más que ser fuertes, alcancen el mayor de los retos — restaurar ese convenio roto.
Todos debemos superar los efectos limitantes que nuestra
niñez pudiera haber tenido en nuestras vidas y en las palabras de Jesse
Jackson, perdónense unos a otros, redímanse unos a otros, y sigan
adelante.
Este llamado al perdón podrá no resultar en momentos Oprah en
todo el mundo, con miles de niños haciendo las paces con sus padres,
pero al menos será un comienzo, y el resultado es que todos seremos
mucho más felices.
Así que, damas y caballeros, concluyo mis comentarios esta noche con fe, alegría y emoción.
De este día en adelante, que se escuche una nueva canción.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños riendo.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños jugando.
Que esa nueva canción sea el sonido de niños cantando.
Y que esa nueva canción sea el sonido de padres escuchando.
Juntos, vamos a crear una sinfonía de corazones,
maravillándose con el milagro de nuestros niños y gozando en la belleza
del amor.
Sanemos al mundo y acabemos con su dolor.
Y todos hagamos música hermosa, juntos.
Les quiero, y que Dios les bendiga. “
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